Ayer tuve mi primera clase de pilates.
¡Y fue terrible! Me dediqué a resoplar como una vaca durante 40 minutos mientras mi profesora me decía que tenía que comportarme en “divina total”.
”¡Estira los brazos, baja los hombros! Aprieta el ombligo, no pongas esa cara acuérdate ¡divina total! ¡Levanta la cabeza! ¡No te oigo respirar, aprieta el ombligo y cierra las costillas!
Descubrí que tengo un power no sé qué en la región abdominal, la columna hecha paté, que si inspiro demasiado me mareo, y que cualquier parecido con un entrenamiento militar es mera coincidencia, ¡es mucho peor!
Cuando terminé la clase agotada y medio mareada me di cuenta de que para mis treinta años estoy acabada…. Sobre todo porque no solo respiras como una vaca sino que te sientes como, sorpresa, ¡una vaca! Mas aún cuando lees que el chándal es el must de la nueva temporada… porque seamos sinceros a la flaca monísima, de coleta rubia de pelo liso y brillante que tenia al lado, el ultimo chándal de Madonna y H&M le tiene que sentar divino. Pero a mí me pasa como cuando vas a esquiar, embutida en tus 4 kilos de ropa, escondida tras un gorro y unas gafas tremebundas, peleándote por no bajar toda la pista sentadita en la nieve (léase de culo) y te adelantan derecha / izquierda un par de actitudes ¡divina total! de estilo inigualable y perfecto descenso.
El miércoles tengo mi segunda clase.